viernes, 9 de mayo de 2008

EL SISTEMA CIENTÍFICO EN LAS UNIVERSIDADES NACIONALES HOY


La creación del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación es un hecho por demás auspicioso y refleja al menos un inicio de respuesta del sector político a la necesidad de fortalecimiento planteada desde el propio sistema argentino de ciencia y técnica.
Cierta frase –ya famosa- del flamante ministro Lino Barañao aparecida en un artículo de Página 12 a pocos días de asumir detonó un debate que se centró en la falsa dicotomía entre las mal llamadas ciencias "duras" y "blandas".
Si bien esta discusión tiene su riqueza, y estos términos nos sirven para ubicar a unos y otros rápidamente en el mapa científico, no deja de ser una clasificación grosera. Aquellos a quienes se nos instala a priori en el primer grupo nos resistimos a clasificar las ciencias por su supuesta dureza y cada vez más orientamos la generación del conocimiento en función de una demanda de contenido social. Por otro lado, las ciencias sociales y humanas reclaman una posición de peso semejante al señalar el alto valor del conocimiento generado por "la superioridad de las interpretaciones cualitativas sobre la precisión de los análisis cuantitativos", según cita Atilio Borón del Informe Gulbenkian sobre la situación de las ciencias sociales y el pensamiento científico a finales del siglo XX.
El debate en cuestión, como digo, tiene su valor pero tiene también un aspecto negativo: en primer lugar el planteo dicotómico de alguna manera nos separó, y no es bueno estar enfrentados internamente en un momento clave en el que se está discutiendo el rol de las ciencias en el futuro de la Nación.
Por otro lado, y esto es lo más grave, la discusión enmascara el problema de fondo que traba el desarrollo de la Ciencia y Tecnología en la Argentina: el obstáculo a vencer no es la diferencia metodológica –lícita por cierto- entre las ciencias; ni siquiera, como bien dice el mismo Barañao en el artículo citado arriba, es el financiamiento ni los recursos humanos, sino que "el cuello de botella… es un cambio de visión". El punto es central, ya que hay varios paradigmas que dominan el pensamiento de la sociedad al respecto:
La gran mayoría de los argentinos hemos aceptado consciente o inconscientemente el papel que se nos ha otorgado en la división internacional del trabajo de país agroexportador; ni siquiera agroindustrial ya que nuestros productos por lo general tienen muy poco valor agregado. En el fondo -y la reciente discusión entre el campo y el gobierno lo muestra-, la gran mayoría sigue pensando que el país se arregla con una buena cosecha.
En general, aceptamos que la brecha tecnológica con los países centrales es insalvable.
Seguimos viendo al desarrollo tecnológico como un bien deseable pero no determinante en el desarrollo nacional.
Si no vencemos estos supuestos, será imposible colocar a la Ciencia y Tecnología como una prioridad nacional. La experiencia de otros países muestra que una vez que se vencen estas barreras, es posible con políticas adecuadas lograr resultados concretos en un mediano plazo; tal es el caso de Corea del Sur, donde prácticamente el 60 por ciento del aumento de su PBI es derivado del conocimiento, o la India, que posee en la actualidad una potente industria de software.
Para los que participamos del sistema de Ciencia y Tecnología, es claro que el imperio del conocimiento será el determinante para los próximos años. La antigua diferencia entre los que tienen y los que no tienen es nada comparada ahora con la diferencia entre los que saben y los que no. El problema es llevar esta conciencia al grueso de la sociedad y por consiguiente a las estructuras políticas y mesas de decisión. Para esto, se debe crear una "cultura tecnológica" que requiere de acciones intencionales en este sentido. Un buen inicio lo tuvo la anterior Secretaría de Ciencia y Tecnología –germen del actual Ministerio- con un programa de difusión de la ciencia que incluyó cursos y premios sobre periodismo científico y el festival de cine científico. Es un buen comienzo, pero esperamos ver una decidida actitud del Gobierno en este nuevo período, para instituir el tema como una cuestión de Estado. Desde las Universidades Nacionales deberemos hacer otro tanto, profundizando la difusión y la oferta tecnológica hacia el medio.
El Plan de Fortalecimiento de la Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico
Dicho lo anterior, es importante reconocer que una política no se hace con ideas solamente sino con financiamiento.
La inversión de nuestro país en Ciencia y Técnica está en el orden del 0,4% del PBI, contra 0,6% de Chile y el 0,9% de Brasil. Este último país se ha puesto al frente del desarrollo tecnológico en el cono sur, destinando en el 2008 un monto de 57 millones de dólares (tres veces el presupuesto total argentino para Ciencia y Tecnología) sólo para las nanotecnologías.
Del total de lo destinado por el Estado a Ciencia y Tecnología, el conjunto universitario recibe apenas algo menos de una tercera parte. El Plan de Fortalecimiento de la Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico diseñado en la Comisión de Ciencia y Técnica del CIN mientras fuera Presidente de la misma nuestro Rector, el Dr. Benjamín Kuchen, intenta revertir esta situación marcando como pauta llegar progresivamente a dedicar al sistema de Ciencia y Tecnología un 1% del PBI, con lo que se debería distribuir para esta función en las Universidades Nacionales un monto de 140 millones de pesos, contra los 56 del último período. Las gestiones del CIN enmarcadas en este Plan han logrado incorporar 40 millones de pesos más al sistema, con lo cual alcanzamos un presupuesto para las Universidades Nacionales de 96 millones. El aumento se verá reflejado en la investigación en la UNSJ en un mayor presupuesto para los proyectos bianuales recientemente aprobados por el CS y en el co-financiamiento de proyectos de la Agencia Nacional de Promoción Científico y Tecnológica.
Otros objetivos del Plan, más allá del presupuestario, incluyen acciones transversales a todas las Universidades Nacionales, como los Posgrados cooperativos, de los cuales ya hay algunos en desarrollo en nuestra Universidad, un Programa de I+D con alto impacto social y productivo y un Programa para mejoras de infraestructura y mantenimiento de equipos y bibliotecas.
Otras deudas
La investigación teórica y básica no debe ser descuida en lo más mínimo, ya que está demostrado que cada vez con mayor velocidad los desarrollos de este tipo devienen en concreciones con alta implicancia económica. Pero nos queda mucho por andar en cuanto al direccionamiento del sistema científico a la solución de problemas clave de la sociedad, aspecto en el que ha habido una cierta orientación desde el Ministerio de Ciencia y Tecnología. La ANPCyT ha definido áreas temáticas prioritarias y áreas problema – oportunidad de tal forma de orientar las investigaciones, priorizando aquellas que tienen alto impacto social y productivo. Aún así queda mucho camino por andar, y es un fuerte desafío para nuestra Universidad. Nuestros desarrollos tecnológicos industriales deben mirar a los clusters productivos de la región, y los sociales y humanos a las problemáticas de inclusión – exclusión y movilidad social en nuestro ámbito.
El último gran aspecto que nos falta encarar es la arista ética de los desarrollos científicos. La motivación interior de los investigadores definirá tarde o temprano la naturaleza del producto de las investigaciones, y debe prestarse atención a este aspecto. El mismo es muy difícil de normar, pero es imprescindible instalarlo en el pensamiento de los docentes investigadores.
Daniel Chuk

Ingeniero Electrónico - Magister en Ingeniería de Sistemas de Control

Profesor de Control de Plantas de Procesamiento de Minerales
(Carreras de Ingeniería de Minas, Ingeniería en Metalurgia Extractiva, Maestría en Metalurgia Extractiva)
Instituto de Investigaciones Mineras
Facultad de Ingeniería - Universidad Nacional de San Juan

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