viernes, 24 de abril de 2009

CIUDADANÍA PLENA O DE BAJA INTENSIDAD????


Uno recuerda el fervor popular que reinaba en 1983, tras los años de la represión y la guerra de Malvinas. La vida política se reactivó. La gente creía en la posibilidad de cambiar la realidad , participando.La consolidación de la Democracia demandó grandes esfuerzos. Pero una y otra vez, la Argentina vivió horas difíciles.
Una consecuencia de la frustración, entre tantas posibles, es la apatía. El desencanto renació en el país. La gente se fue alejando de la política. Al mismo tiempo dejó avanzar procesos con claras pretensiones hegemónicas. En los noventa y en la presente década, con gobiernos de distintos orientaciones, se repitieron esas pretensiones. Inmediatamente vienen a mi memoria los conceptos de un politólogo: Guillermo O`donnell acerca de la “democracia delegativa”.
Se dá una situación en que la mayoría de los votantes asignan al poder ejecutivo la tarea de gobernar, limitándose a votar en elecciones libres. No es raro que se escuche, al hablar del gobierno, nombrar solamente al ejecutivo. Se produce lo que se dio en llamar : “ciudadanía de baja intensidad”. Ello conlleva su buena dosis de corrupción estructural en medio del desvanecimiento de los controles horizontales (los contrapesos institucionales respecto del PEN) y los controles verticales (la fiscalización del pueblo).
Ese ciudadano de baja intensidad o mero habitante: “delega”.

Los constantes períodos de crisis son la excusa para la concentración del poder, con la pasiva ,y muchas veces complaciente, quietud de la población. Ello es una constante no solo en Latinoamérica. Bush apeló una y otra vez al fantasma del “11 de setiembre” para reclamar “superpoderes”.

Pienso que en el 2008 hubo un punto de inflexión respecto de esa situación apática del ciudadano con la correlativa hegemonía del gobernante: el conflicto con el campo.De ser un “problema sectorial” pasó a ser una cuestión en donde la ciudadanía despertó y no esperó expresarse en el próximo turno electoral. Conjuntamente se tonificaron las instituciones de la república y el Congreso fue crucial y volvió a funcionar como ese contrapeso establecido en la Carta Magna.

La actitud de “ciudadano pleno” no es sencilla. La libertad significa compromiso y responsabilidad. El paternalismo y el “que otro se encargue de mis problemas, total para eso voto” parece mucho más cómodo.No en vano Thomas Hobbes prefería resignar parte de su libertad a cambio de la seguridad y la tranquilidad.Cuando los pueblos comprenden el desafío de la ciudadanía plena y que con compromiso y acción pueden construir el futuro, por lo general, no vuelven atrás.

Como argentinos deseamos que esta Democracia, con avances y retrocesos en este cuarto de siglo, se profundice para la construcción de un país con valores, desarrollo económico, inclusión social y justicia.
Participando, podemos hacerlo. Debemos lograrlo.

Hugo Turrini

para Mirador Nacional ( http://miradornacional.com/)

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