martes, 14 de julio de 2009

LOS ARGENTINOS ESTAMOS ENFERMOS DE VALORES


Coincido con él en que esos valores de la cultura judeo-cristiana son los que hay que retomar y profundizar para cambiar Argentina. Me hubiese gustado que un cristiano evangélico estuviese cumpliendo su rol de docente, de líder social, de comunicador de los valores bíblicos, de concientizador de la ciudadanía. Ese protagonismo lo está teniendo un "hermano mayor", un ciudadano ligado al judaismo: el Rabino Sergio Bergman. Incluímos este reportaje que le efectuara el Diario "La Nación" porque no tiene desperdicio y sirve para iluminar la visión de "Cristianos en Política". Existe una claridad conceptual brillante. Disfrútenlo y opinen. Un abrazo

Hugo Turrini


-¿Se considera un opositor?
-No. Me siento constructor, contribuyente de una dimensión alternativa, que no se opone ni confronta sino que transita y trasciende los espacios de lo público, donde lo más urgente es el mediano plazo. Los argentinos estamos enfermos de valores y la solución es cultural. En la Argentina hay más buenos que malos. Lo que no supimos resolver aún es por qué los malos trabajan tan bien y el bien trabaja tan mal.
-Pero usted ha criticado duramente al kirchnerismo. ¿Qué es lo que menos le gusta de los Kirchner?
-Acá siempre estamos hablando de las figuras, y no discutimos ideas sino personas. Quiero correrme de ese lugar. Por eso: ni opositor ni tampoco un crítico del kirchnerismo. Yo tengo un pensamiento crítico del sistema. Lo que no tenemos es sistema, y cuando no lo tenemos perdemos todo. El kirchnerismo es muy útil para explicar los peligros de no vivir en un sistema.
-¿No es exagerado haber dicho que Néstor Kirchner confundía el legado de Perón con las locuras de Nerón?
-Uno esta hablando del líder y no de los liderados. Yo interpelo a los ciudadanos que duermen la siesta como habitantes, a los que plantean que son peronistas y dejan que el legado de Perón sea manipulado y utilizado para algo que nada tiene que ver con el peronismo, cuando seguimos discutiendo lo que ya no tiene sentido discutir. Como seguir discutiendo a [Juan Manuel de] Rosas, apasionante pero no vinculante ni relevante a los fines de la Argentina de hoy, donde hasta hay una repetición del modelo de Rosas: la suma del poder, un restaurador, una acumulación inaudita que la historia argentina pagó cara. Cuando digo locuras, mi mensaje tiene que ver no sólo con la patología, tiene que ver con una Argentina que enloquece, que confronta, que se crispa. Con un campo que genera riquezas y que es destruido gratuitamente antes de que el mundo se caiga. Y reaccionar temperamentalmente. Ver enemigos donde no los hay. Desprestigiar a los medios. Que todo interlocutor no sea válido por definición porque si no piensa como yo o no lo doblego, tiene que ser destruido... Todo eso tiene que ver con la locura. Ahora, ¿de dónde viene? Tenemos un referente emergente, pero, en realidad, es una cultura, una habilitación por omisión, que es un pecado también de muchísimos argentinos que confunden lo popular con el populismo...
-¿No es demasiado decir, como lo hace usted, que no tenemos república?
- No soy destituyente, no estoy hablando de otra cosa que no sea de la ley de la Constitución. Tenemos una república enferma, incompleta, no funcional. ¿Me van a decir que tenemos república? Está bien, la tenemos. Hay un Congreso, que es Poder Legislativo que no tiene poder, que no puede votar otra cosa que lo que le mande el Ejecutivo. Eso, de acuerdo con la Constitución Nacional, es traición a la patria. Es lo que dice la Constitución: los legisladores que cometen actos de nulidad absoluta al transferir la suma del poder público y se subordinan a la hegemonía ejecutiva están traicionando a la patria. Entonces, ¿qué tenemos hoy? Tenemos, con perdón de los escribanos, una escribanía deliberante. Ahora es deliberante porque hablan. Antes ni hablaban. Firmaban. Pero todo lo que hablan ya sabemos que es lo que el jefe les manda. Porque han jurado por el jefe, por Dios y por la patria. Por el jefe antes de entrar a la banca y por Dios y por la patria el día del juramento.
-Su discurso está muy politizado...
-Es el tiempo de que todos nos metamos en política. Que no es lo mismo que estar militando partidariamente. El problema no son las candidaturas. Porque una república no se hace con votos, sino con participación. Y a una república no la resuelve un candidato mejor, sino un sistema pleno y vigente. Entonces, en los bares y en las calles se dice: "¡Qué locura!", o "¡Qué locos que estamos!". Porque en un país bendito como el nuestro la única maldición, que no es bíblica, somos nosotros. Por supuesto que el ícono mas emblemático y representativo puede ser Néstor [Kirchner] por una anomalía institucional. Ni en su peor pesadilla, [Juan Bautista] Alberdi pudo prever, en el orden constitucional, una sucesión casi indefinida en una rotación matrimonial. Pero entramos en esa lógica y durante un año nos bancamos la conversación de si iba a ser pingüino o pingüina. Hillary, que es Clinton, jamás quiso como ahora ser argentina porque por sólo ser esposa hubiera sido presidenta. Y, sin embargo, tuvo que ir a elecciones internas...
-Hablando de Estados Unidos, ¿se puede repetir acá un fenómeno de participación popular como el de Obama?
-Lo primero que hay para un Obama es un sistema. Que genera reglas de juego claras, donde un prestigioso abogado puede definir que entra a la política porque hay reglas de juego y puede llegar. Lo que tenemos acá es clientelismo, dominio territorial, manipulación de los íconos y de los mitos. No nos olvidemos de que el mismo Perón que se vota es el que los echó de la Plaza. Y el problema no es haber sido montonero, si no pretender serlo igual 30 años después. En Estados Unidos ser republicano y ser demócrata es tener clara una identidad política e ideológica. Y eso no lo cambia el líder de turno, eso es un sistema. Acá, las reglas de juego son hacer un juego con las reglas. ¿Cómo llegás en política? Apadrinado, transando, negociando con intereses sectoriales. No llegás a ningún lado con elecciones internas, y es lo que hace que culturalmente la política no sea política, sino una corporación. En 2001, por ejemplo, fuimos partícipes necesarios de un golpe cívico-corporativo...
-¿Le echa la culpa al peronismo?
-En la Argentina no se saquean supermercados ni se pintan paredes si no se pone algo. Golpeando las cacerolas pensábamos que éramos actores protagónicos, pero fuimos actores de reparto. Nada se cambia con una cacerola. Y cinco presidentes en una semana son la evidencia de la manipulación corporativa, porque hasta que no llegaba el que tenía que ser íbamos a seguir dando vueltas como una calesita. Mientras, el único principio sagrado que los argentinos defendemos es el bolsillo. Sin corralito no nos hubiéramos movido. Si no hay vocación de participación, no hay transformación. Mi interpelación no es de confrontación con los políticos, sino con la juventud que no se mete ni se compromete.
-¿Qué le parece el adelantamiento de las elecciones?
-Esto no es para la gobernabilidad sino para la perpetuidad y para usar todos los recursos y aplicar las técnicas de dominación, que son estratégicas. Tener a la gente sometida en la miseria y cambiarles por prebendas la conciencia del voto es una estrategia. ¿Para qué existe un Frente para la Victoria? Para ganar. Hagamos un frente para la república, que no es pensar en la lógica de la oposición sino en la construcción de un sistema previsible y estable. En el sitio www.argentinaciudadana.org. ar , apelo a los jóvenes porque esta vez se plebiscita la república. Asumimos un programa que es el monitor cívico. Significa que todo elector es un auditor. Te anotás en Internet y los 20 minutos que estás en el local de votación sos un auditor. "¿Cómo voy a hacer si no soy fiscal?" No hace falta, ¿sos ciudadano? Andá, fijate: ¿te afanaron la boleta? Denuncialo. ¿Te tomaron la mesa porque estaba el aparato ahí a las 8? Denuncialo.
-¿Esta vez va a ser candidato?
-No, soy candidato a ciudadano. Y lo que busco es que cada habitante sea lo mismo, que en lugar de pensar en el marketing electoral de elegir lo menos peor, o ver en el nomenclador qué candidato va a elegir, entienda que no puede votar con b larga el voto con v corta cada dos años y huir, tiene que involucrarse, participar. Un modelo de cogestión con tu representante. Esa es la nueva cultura política. No dividamos entre la sociedad civil y los políticos, sino entre los buenos y los malos. Entre nuestros políticos hay gente con buena voluntad, pero a la que al día siguiente de la elección la dejamos solita del otro lado de la trituradora. En la Argentina no avanzamos por culpa de todos los buenos que no hacen nada, que son muy malos. Hay que llamar a todos los buenos que no hacen nada y decirles: "No vayas a creer que sos bueno porque no hacés nada. Para la república sos malo".
-Su participación en varias marchas contra la inseguridad lo fueron ubicando, sobre todo para quienes lo critican, como un exponente de derecha...
-Esa es una manipulación. La percepción de la realidad es la realidad. Lo que manda es la percepción, y los sistemas totalitarios cancelan la realidad por la construcción de la percepción. ¿Y cuál es en mi caso? Que ser republicano es ser de derecha y facho. Se confunde anarquía con orden, orden con represión, izquierda con derecha. Los derechos humanos, ¿son de derecha o de izquierda? No, son del orden constitucional. Si vos planteás orden parece que querés reprimir. Si planteás institucionalidad o pedís que se respete la propiedad privada, sos de derecha. Que eso corra por cuenta de los que me lo quieren asignar.
-¿Por qué pedir por la seguridad parece un reclamo de la derecha?
-Es una manipulación. Se hizo la marcha del 18 [de marzo] por el tema de inseguridad, que era una sensación. Ahora se anuncian más efectivos, celulares, patrulleros, gendarmes. No es más una sensación. Correr el tema de la seguridad hacia la derecha es una estrategia. Ahora, ¿de qué izquierda y de qué progresismo hablamos si los siete años de vacas gordas se los tragaron? No sólo por lo impúdico de las carteras de 40.000 euros, de los hoteles en El Calafate, de tener casinos y empresas a nombre de testaferros, de apropiarse de industrias y de licitaciones, cancelando toda auditoría, sacando a fiscales como Garrido, teniendo los jueces apretados. ¿Qué izquierda es ésa?
-¿Le parece que, como dicen algunos ministros de la Corte, la sensación de inseguridad la causan los medios?
-Lo que me parece improcedente es desconocer la tragedia y el dolor. Cuando uno habla de inseguridad habla de personas asesinadas. La opinión de un ministro de la Corte es importante, pero lo que nos debe preocupar es cómo funciona la Corte como institución. Somos muchos los que luchamos contra la pobreza, pero ¿qué tal si la Corte también toma los recaudos de auditar los fideicomisos multimillonarios para la obra pública que no audita nadie y acelera un poco más las causas no sólo de los represores, recordando que lo que necesitamos para pacificar no es revancha? Todos los hechos ilícitos, Skanska, la valija de Antonini, los enriquecimientos ilícitos, ¿no tienen que ver con la pobreza? La plata que necesitan los humildes para comprar el pan se la están robando. Tengamos una línea más coherente para no salir cada tanto espasmódicamente a gritar lo que después no podemos cumplir porque no tenemos sistema.
-¿Cómo fue su proceso de conversión religiosa?
-Soy egresado de Farmacia y Bioquímica y trabajé en la industria farmacéutica, en control de calidad y desarrollo de fármacos. Pero éste es un llamado y tiene que ver con mi vocación educativa. Si usted me pregunta de qué trabajo, respondo que de educador. Todo lo que estuvimos hablando es, en el fondo, de cultura y de educación. Lidero una red de organizaciones sociales y educativas que desde la comunidad judía se proyectan a la sociedad argentina, y ahora estoy con Argentina Ciudadana, una organización de red de redes que plantea esta construcción cívica. Mi llamado siempre tiene que ver con estar y servir a la gente. Y mi profesión me da una síntesis entre lo científico y lo humanístico. Parece medio renacentista, pero cambié de alquimia. Es otra química: la química del espíritu.




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