lunes, 13 de julio de 2009

PISTAS TEOLÓGICAS PARA LA ACCIÓN CRISTIANA EN LA SOCIEDAD


Por mucho tiempo los cristianos evangélicos vivieron con la ilusión de que era posible ser neutrales políticamente. Sólo se interesaban en la política cuando había elecciones, más si el voto era obligatorio, o si el gobierno tomaba medidas que coartaban la libertad religiosa y obstaculizaba así la evangelización. Hoy en círculos evangélicos se reconoce ampliamente que la definición política es inevitable. En varios países latinoamericanos los evangélicos han pasado de la ilusión de neutralidad a la formación de “partidos políticos evangélicos” que se esfuerzan por conquistar el poder. No podemos detenernos a considerar si hay o no lugar para este tipo de participación política. Aquí nos limitamos a ofrecer algunas pautas teológicas para la acción cristiana que deriva su inspiración del anhelo de fidelidad al Señor Jesucristo en la sociedad civil.


A riesgo de cometer una perogrullada, cabe aclarar, para empezar, que consciente o inconscientemente, la iglesia en general y los cristianos como individuos en particular forman parte de la sociedad civil. Si bien son “ciudadanos del cielo”, según la descripción paulina (Fil 3:20), también son ciudadanos de alguna de las muchas naciones de la tierra. Como tales, por lo menos en las sociedades democráticas (¡si las hay!), tienen, o deberían tener, los mismos derechos y responsabilidades que todos los demás ciudadanos. La pregunta que aquí nos planteamos, por lo tanto, va más allá del mero reconocimiento de la presencia de los cristianos en la sociedad civil: tiene la intención de explorar cómo esa presencia puede servir en el cumplimiento del propósito de Dios: cómo puede ser presencia de Cristo en la sociedad civil, que es, como hemos visto, una sociedad atravesada por la opresión y la injusticia, la corrupción y la inequidad. En respuesta a esa pregunta sugiero las siguientes pautas:


---La verdadera espiritualidad consiste en la entrega de nuestro cuerpo –con todo lo que somos y todo lo que tenemos-- como “sacrificio vivo, santo y agradable a Dios”, que es el culto que él desea de nosotros (cf. Ro 12:1). Según el profeta Isaías, el ayuno ---hoy diríamos el rito religioso— que Dios requiere es “romper las cadenas de injusticia, y desatar las correas del yugo, poner en libertad a los oprimidos, y romper toda atadura. . . . compartir tu pan con el hambriento y dar refugio a los pobres sin techo, vestir al desnudo . . . no dejar de lado a tus semejantes” (Is 58:6-7). Dios no se complace de la religión separada de la acción ética a favor de las víctimas de la injusticia. Él es el Dios que ama la justicia y ha establecido la equidad (Sal 99:49), y su llamado es a “practicar la justicia, amar la misericordia” y humillarse delante de él (Mi 6:8).


---El Reino de Dios, que se ha hecho presente en la vida y ministerio de Jesucristo, es un reino de paz y justicia. La Iglesia, como comunidad del Rey, ha sido convocada a encarnar esos valores en su propia vida y ministerio, a demostrar su realidad en medio de la sociedad civil y constituirse así en “sal de la tierra” y “luz del mundo”. El Reino de Dios es una realidad presente que se manifiesta mediante los ciudadanos del Reino en la medida en que éstos son un testimonio vivo de la verdad de las bienaventuranzas: son pobres en espíritu, lloran, son humildes, tienen hambre y sed de justicia, son compasivos, trabajan por la paz, son perseguidos por causa de la justicia (Mt 5:3-10).


---“Cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros”, con lo cual puso en evidencia el infinito amor de Dios por nosotros; pero también murió “para que los que viven ya no vivan para sí, sino para el que murió por ellos y fue resucitado” (2Co 5:15). La muerte de Cristo, consecuentemente, no sólo hace posible el perdón de nuestros pecados, sino que nos compromete a continuar la misión de aquel que al iniciar su ministerio dijo en la sinagoga de Nazaret: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos, y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor” (Lc 4:18-19).


---La salvación en Cristo no se reduce a la “salvación del alma”. Es salvación de personas que en el aquí y ahora experimentan la shalom de Dios, es decir, la vida en abundancia que Jesucristo ofrece y que incluye la armonía con Dios, con el prójimo y con la creación Es salvación que apunta al propósito de Dios “de antemano estableció en Cristo, para llevarlo a cabo cuando se cumpliese el tiempo: reunir en él todas las cosas, tanto las del cielo como las de la tierra” (Ef 1:9-10).


---La iglesia es la comunidad de aquellos que, por voluntad de Dios, han nacido mediante “la palabra de verdad” para que fuesen “los primeros y mejores frutos de su creación” (Js 1:18). Mientras espera la consumación del Reino de Dios, su tarea es erigir señales del Reino, signos de esperanza de “un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habita la justicia” (2P 3:13).


La conclusión lógica de todo esto es que la iglesia no existe en función de sí misma: existe para ser un testimonio vivo de la presencia del Reino de Dios y su justicia en medio de la sociedad civil; para testificar en palabra y en acción que Dios es amor y Dios ama la justicia. “Porque somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios dispuso de antemano a fin de que las pongamos en práctica” (Ef 2:10). Sin ser del mundo, la iglesia está en el mundo para hacer de la presencia de Jesucristo una realidad, por el poder del Espíritu y para la gloria de Dios.


RENÉ PADILLA
Teólogo ecuatoriano

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